Un año de entrenamiento físico, buen equipo y averiguaciones sobre las posibles rutas no garantizaban -ni remotamente- el éxito sobre los Hielos.
Pero nos montamos con sorpresiva facilidad sobre una autopista de hielo oscuro con grietas fácilmente identificables y de sortear.
De Circo de hielo |
Y de allí comenzamos la subida gradual rumbo al Circo, sobre nieve blanda.
La primera subida la hicimos con las botas, hasta que -cansados de hundirnos hasta las rodillas- nos calzamos las raquetas y pudimos avanzar rápidamente.
Por algunas horas caminamos por encima de la nieve pesada, disfrutando de la ausencia de viento ( que siempre va en dirección contraria a la que nosotros llevábamos ), haciendo rápido y fácil progresar.
Lo hipnotizante del paisaje hacía liviano el esfuerzo, y de a poco apareció el Cerro Torre, marcando la entrada al Circo de los Altares.
Finalmente marcamos un círculo de 3m de diámetro en la nieve, apoyamos las mochilas sobre una colchoneta, y nos pusimos a cavar, usando una marmita y las raquetas para armar una muralla alrededor de dónde iría nuestra carpa, que anclamos con las piquetas y bastones.
De Circo de hielo |
Dos horas más tarde, con la carpa armada, comenzamos a derretir nieve para poder rehidratarnos. "Murphy atiende también en los Hielos", pensé cuando ví que el único calentador que llevamos se apagaba reiteradamente.
Habíamos evaluado llevar dos calentadores, justamente por si fallaba uno sobre los Hielos, donde es cuestión básica de supervivencia poder derretir nieve para beber, ya que comer nieve no es apropiado por el riesgo de hipotermia. Pero acordamos llevar uno solo, por el límite de peso que podíamos cargar entre 3 personas.
Después de fracasar durante unas veces, me tomé unos minutos para estudiar la única hoja que había arrancado del manual estando en el avión, y que había cargado conmigo.
Volví al calentador, y esta vez anduvo. "When everything else fails, read the instructions...", pensé.
Nos sorprendió cuántas horas trabajamos desde el momento en que llegamos hasta que terminamos con la rutina muralla, carpa, agua, comida, comunicaciones.
Pero estábamos felices con lo que veíamos alrededor nuestro: un paisaje de otro planeta.
Las prioridades cambian, los objetivos se clarifican, las relaciones se potencian. Todo tiene un significado profundo, una clara razón de ser.
Los últimos rayos del sol tiñen los llamados que hicimos desde el teléfono satelital Iridium que llevamos, que usábamos para mandar mensajes de texto con nuestra posición y algunos cortos comentarios para la gente que nos iba siguiendo.
Sólamente en esa oportunidad nos permitimos una comunicación de voz, que sorprendió a nuestras familias.
Agotados, nos fuimos a dormir, tras haber cenado una polenta con tomates secos y buen queso.
Pero a las 3 de la mañana nos encontramos los 3 fuera de la carpa ( hacía 1ºC dentro de la carpa ), mirando las estrellas. Había dejado de soplar, y la Vía Láctea invadía el telón negro del cielo. De postre, una estrella fugaz entró en el Circo. Ya sin palabras, nos fuimos a dormir cuando aclaraba.
Las fotos no llegan a describir la vista, así como las palabras no pueden enumerar los sentimiento que vivimos allí. A pesar de haber hecho un año de entrenamiento, meses de planificación, buen equipo y mejor ánimo, tuvimos la suerte de que la Naturaleza nos permitiera vivir un par de días en ese lugar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario